Pese a no haber nacido en Tucumán, el arquitecto Eduardo Sacriste fue adoptado como propio por sus más de 40 años viviendo en la provincia, y por su vasto legado, que mantiene toda su vigencia. Y justamente, para mantener vivo su arte, un grupo de más de 70 personas, entre docentes y estudiantes de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, y de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Belgrano, pasaron por Tucumán para conocer y apreciar su trabajo.
“Nos interesa el arquitecto Sacriste porque es uno de los grandes maestros modernos de la Argentina, que además pensó en una arquitectura apropiada y arraigada en nuestro lugar”, dijo a LA GACETA Alejandro Vaca Bononato, profesor titular de la cátedra Taller AVB en ambas instituciones universitarias, y quien promovió el viaje a Tucumán.
En rigor, este viaje es uno más de los múltiples que realiza la cátedra año a año. La intención, explica Vaca Bononato, es mostrarles a sus estudiantes, en vivo y en directo, distintas obras arquitectónicas del país, relevantes por distintos motivos. “Me parece que es una gran lección de arquitectura, más allá de hablar teóricamente en una clase. Es nuestro viaje número 36, el taller está desde 2008; visitamos obras de todo el país”, informa.
“Nos interesa, sobre todo en una época tan globalizada y en que la arquitectura en general es un arte bastante genérico, ver diseños que están arraigados a las tradiciones de un lugar, que tiene que ver con la cultura. A los estudiantes les sorprende que en la facultad de esto ni se hable ya; es llamativo hablar de un gran maestro como Sacriste que ni se nombra”, remarca Vaca Bononato.
“Como arquitectos estamos muy acostumbrados a mirar siempre hacia afuera, como pasa siempre en Argentina, y no valoramos lo que tenemos adentro. Para nosotros, es importantísimo aprender a ver lo que tenemos acá, que es muy valioso, y que generalmente la gente de afuera lo admira más que nosotros”, reflexiona el docente, que elogia los trabajos de Sacriste, y de otros profesionales de su época.
“Son arquitecturas totalmente sustentables, requieren poca calefacción, ventilan muy bien, se sostienen bien en el tiempo. Son todos valores de un buen edificio. Además, hay una serie de cualidades arquitectónicas que estos profesionales tienen y que son muy notables cuando uno ve personalmente sus obras. Por ejemplo, el manejo de la escala, de la cultura material de un lugar, ciertas cualidades estéticas que llamamos la cualidad sin nombre de esas obras, que sólo se aprecian en vivo y en directo”, explicó el arquitecto y profesor universitario.
Algunas de las obras de Sacriste que el grupo visitó fueron las casas García-Bernasconi (San Javier) -“es una casa maravillosa”, dice el docente-, Arizmendi, Benito y Torres Posse (Tafí del Valle); y la residencia universitaria de San Javier, que les pareció una obra estupenda. La delegación también apreció obras de otros arquitectos contemporáneos a Sacriste.
“Sacriste formó parte de la escuela de Tucumán, que fue la más importante de América Latina de enseñanza de arquitectura moderna. Allí se formaron grandes arquitectos, como César Pelli”, destaca Vaca Bononato. Entre ese grupo menciona a Jorge Vivanco, Hilario Zalba y Enrico Tedeschi. “Estuvimos en la casa Paz, de Hilario Zalba, de Tafí del Valle, donde nos recibieron los dueños. Es una obra magnífica, que tenía techo de paja y los cambiaron a techo de chapa hace unos años, pero se mantiene intacta”, detalla el profesor.
Orígenes
Además de las obras arquitectónicas importantes por su valor propio, y por quiénes las diseñaron, la delegación porteña visitó lugares históricos, como la Casa Histórica y la Ciudad Sagrada de Quilmes. Vaca Bononato justificó el porqué, más allá de la importancia histórica de esos puntos.
“Lo primero que visitamos en nuestro viaje fue la Casa Histórica, porque ahí se declaró la independencia, y no existiría la arquitectura argentina si no hubiera existido ese momento histórico”, subraya. Respecto de las Ruinas de Quilmes, sostiene: “es como el origen de todo (las obras de Sacriste y compañía), porque es una cultura anterior a los españoles. Nos parece muy importante que los estudiantes entiendan la relación de todo esto que vimos, que es arquitectura moderna, con esa cultura”.
La necesidad de colaboración
Vaca Bononato resalta la importancia que tendría la colaboración de algunas instituciones para preservar estas obras. “La buena arquitectura no es fácil de apreciar, requiere cierto entrenamiento, una educación y demás. Pero gente que preserva, como en este caso los García-Bernasconi, una casa por herencia, y que tienen que hacer un esfuerzo enorme para mantenerla, es algo que debería tener el apoyo de otras instituciones, que en general, por falta de valoración, no está. No es una casa más y está bueno saberlo; es importantísimo para nosotros entrenar a los estudiantes para que sepan apreciar el valor de estas obras”, argumenta.
En esa misma línea, lamenta que muchas de las obras de Tedeschi, en Tafí del Valle, estén en malas condiciones. “Están todas destruidas, nadie las preservó, y había un par de casas muy interesantes”. La preservación de este tipo de construcciones, asegura, tiene también un cariz económico. “Nadie explota el turismo cultural, por ejemplo. El turismo no es solamente ir a comprar dulces o ir a la playa; a veces también ver el patrimonio, la cultura de un lugar, hace a todo eso”, reflexiona.
Una experiencia emotiva
La casa García Bernasconi, en San Javier, es una de las obras emblemáticas de Sacriste. Sus dueños originales eran Roberto García y Teresa Bernasconi, amigos muy cercanos del arquitecto. Actualmente, tras el fallecimiento de ambos, es su hijo, Álvaro, quien se hace cargo del lugar. La esposa de Álvaro, María Magdalena Godoy, expresa que la visita del contingente universitario fue casi un homenaje para ellos. “Nos dijeron que estaba la posibilidad de la visita y respondimos que sí. Pensamos que eran cuatro o cinco personas, y aparecieron tres colectivos con más de 70 personas. Toda la experiencia nos pareció sumamente interesante, fue muy lindo, un momento especial. Me pareció increíble lo que hace este docente”, relata.
“El cariño que tenemos, la amistad y la relación tan particular que tenían mis suegros con el arquitecto Sacriste, hicieron que, a pesar de lo difícil que es conservar hoy la casita, lo hagamos. Nos quedamos congelados con Álvaro tratando de interpretar lo que sucedía, como diciendo: ‘está valiendo la pena el esfuerzo’”, agrega. “Hice esto en honor a mi suegra, que recibía con tanta alegría a muchos profesionales, y recuerdo que se emocionaba, hablaba con mucho orgullo de Sacriste, y ese rol se lo vi a Álvaro. Ver el entusiasmo de los alumnos, impactados por la conservación de la casa, por la obra, fue muy lindo. Lo digo casi emocionada, porque es ver que otros valoran el esfuerzo que implica mantener la casita”, finaliza. (Producción periodística: Joel Katz)